sábado, 9 de abril de 2016

De humanos

Es curioso como todos le buscamos siempre un sentido a la vida. Me hacen gracia los que se mofan de la fe religiosa excluyéndose del grupo, como si fueran los únicos que buscan un motivo estúpido para tener menos miedo.

Lo cierto es que todos tenemos nuestras pequeñas mentiras. Todos buscamos un sentido, un motivo para seguir adelante.

Aunque me dé un poco de vergüenza reconocerlo, creo que yo siempre he sido una creyente de las personas. Puedo engañar a quien quiera, pero no lo hace menos verdad. Tengo fe. Pienso que si espero lo suficiente, si busco lo suficiente encontraré lo que estoy buscando. Todos somos un poco así, con una cosa o con la otra. No creo que sea mi culpa, creo que he crecido con una educación edulcorada y romántica, rodeada de clichés. He tenido la suerte de tener una familia que me quiere y unos amigos maravillosos.

Pero son tiempos difíciles. Estoy creciendo y fuera de la madriguera de conejos todo se ve mucho más sórdido.

Lo cierto es que las personas somos un poco idiotas, egoístas, torpes y en realidad no queremos a nadie. Ni siquiera a nosotros mismos.

Bienvenidos a la realidad.

Estamos todos bien solos.

Tendré que encontrar un pasatiempo más seguro. Como el criquet. O hacer ganchillo.

Quien sabe, igual hasta coleccionar sellos.



viernes, 4 de marzo de 2016

Sobre Feminismo


Es un tema complejo. No me gusta pronunciarme generalmente sobre feminismo a no ser que esté dispuesta a soportar tempestades, pelearme con gente, respirar hondo y tener la paciencia de intentar, al menos, hacer entender a quienes nunca han vivido la necesidad de cambiar la forma en la que les trata el mundo por haber nacido en un cuerpo de mujer, que no es que nos encante saltar a la mínima; es que agachar la cabeza y no hacerle caso es un error terrible.

La mayoría de mujeres que conozco, por no decir todas, porque eso sería afirmar lo inafirmable y que Niepce me libre de hacer semejante barbaridad, han compartido una o varias de mis experiencias personales a lo largo de su vida. Cuando les explico situaciones que he vivido en las que he sentido discriminación por ser percibida por otros como mujer, o miedo, o asco, o todas ellas, siempre hay alguna historia que aportar. Siempre hay una anécdota parecida, o alguna experiencia que compartir al respecto.

Últimamente hablo mucho con mujeres cansadas de que las traten mal. No me refiero a la típica historia de minovionomequiere o mehafolladoperonoquieresalirconmigo. No. Me refiero a relaciones, ya sea sexuales, sentimentales o ambas, en las que la persona que se supone debería de quererlas, respetarlas y admirarlas más que nadie en el mundo, las intenta hacer sentir como si fueran idiotas.

El enemigo, por lo visto, no solo está en las calles. El enemigo, cuando se han dado cuenta, resulta que también está en su casa. En su cama. No es violencia física, es ese ligero menosprecio, esa falta de respeto y admiración y consideración que convierte a la chica en esa especie de complemento de su vida que está para follar, para darle el coñazo y para ser una loca en las historias que le cuenta a sus amigos.

No estoy diciendo que todos sean así. Para nada. Lo único que digo es que pasa, pasa mucho. Es muy triste reconocerlo, pero desde mi propia experiencia en mis propias relaciones sentimentales, solo ha habido un chico en toda mi vida que me ha tratado, al cien por cien y siempre durante todos los momentos de estos años en los que hace que nos conocemos, de igual a igual. Nunca me ha hecho a menos. Nunca me ha tratado de tonta. Nunca ha menospreciado o ha restado importancia a nada de lo que le he dicho.

En su momento me enamoré como una idiota, por supuesto. Hace ya lo que parece eones. Pero hay una frase que me dijo, la primera vez que acabamos enredando las sábanas y yo estaba relativamente insegura con mi cuerpo, que no se me olvidará en la vida:

"No debería importarte mi opinión" 


Esa frase, queridos, queridas y querides, resume de forma muy clara cómo deberían ser las cosas. Resume por qué cuando las chicas acaban hablando de sus experiencias amorosas con tíos están insatisfechas: porque por lo visto hay mucho memo suelto por el mundo que piensa que su opinión sobre tu culo debería importarte muchísimo. Nos educan a todos, absolutamente todos para convencernos de que eso es así. Y nos lo creemos.

Con esa frase, no solo estaba demostrando tener dos dedos de frente, sino respetándome como persona. Reconociendo el valor que merezco como ser humano. Es un pequeño detalle del que muchos, con el calentón, se olvidan de tener en cuenta.

El panorama que yo he vivido durante toda mi vida y que más me cabrea, es simple: me tratan de forma diferente a la que tratarían a un chico. Y ahí empieza la mierda, señores. Esto es, queráis poner el grito en el cielo a chorrocientos decibelios o no, la puta realidad. 

Muchos, muchos, muchos hombres, no ven a las mujeres como iguales. No las tratan igual que tratarían a otro tío. Se enamoran de ellas, sí. Las tratan como princesas. Pero siguen sin verlas como a una igual. Es una visión de hombre a mujer, no de persona a persona. Y joder, rodeados de propaganda barata que nos vende que los hombres vienen de jupiter y las mujeres de marte, de esa campaña separatista de sexos que tienen los medios... Seguimos educando a la gente en la separación y potenciando la discriminación. 

Ese. Ese es el motivo por el que el feminismo es tan importante. Porque tu apariencia no debería cambiar la forma en la que la gente te trata, en ninguna circunstancia. 

El cambio no solo reside en nuestra lucha personal. La lucha tiene que empezar por parte de todos los sexos, de todos los géneros, de todas las personas.

Y para mí, se trata de una igualdad intelectual, humana y real. En la consideración de que todos somos personas, tenemos sentimientos, tenemos inquietudes y merecemos el mismo nivel de respeto. 







sábado, 16 de enero de 2016

El Regreso


He vuelto.

Es cierto, me había ido hacía tiempo. He estado ausente durante más de dos años, pero ahora estoy aquí. Me siento de vuelta y es el mejor reencuentro que he tenido en mucho tiempo. Y, creedme, he tenido unos cuantos en los últimos años. 

He vuelto y me había echado mucho de menos. Mi cuerpo estaba, pero mi espíritu se había perdido en alguna parte. Ahora ha aparecido más grande, más fuerte y mejor que antes. Hubo una temporada en la que pensaba que se había ido para siempre. 

No se si os ha pasado alguna vez, pero no hay peor ausencia que la de uno mismo. Porque sin ti para ayudarte, no hay nada que hacer para poder buscar. No hay rumbo. Te limitas a esperar a que vuelvas, te esfuerzas, pero no tienes la capacidad que te hace falta para encontrarte. 

Me alegro de que Laura haya vuelto. Debo admitir, aunque suene un poco egocéntrico, que siempre he sido mi héroe favorito. Me gusta contar con ese lado de mi que me cuida, que no tiene miedo, que se ríe de la adversidad y que sabe lo que valgo. Siempre he necesitado que alguien creyese en mi, pero, honestamente: sin Laura no me funcionaba. 

Ahora estoy aquí y he vuelto para quedarme. No se qué me espera este año, pero no importa. Es lo que tiene que Laura ande por aquí, que por fin, después de años sin rumbo, me siento capaz de cualquier cosa. 

domingo, 20 de septiembre de 2015

Friendship


I've got a friend.

I have to say, of all the gifts Brighton has given me so far, this one is the best. She is awesome.

I remember the first day I met her. So many things have happened and slowly, I've seen her come out of her shell. She doesn't realise sometimes just what a cliche girly girl she is and I love letting her know, because I see it, and I know she has her days, just as any other girl I know, when she lacks a bit of confidence.

There are superficial things, gestures, when we are talking and nobody else is around, that show me her true self. We all do it. It can be just a look, a half-sided smile, or that thing she does, raising an eyebrow, when I say something she finds amusing.

Then there are the other ones, because if there is something I've learned about women it's just how strong they are, especially when they think they are not. Because when they feel fragile, vulnerable and sad, but have the ability to put all of the pieces back together that is when they are really showing their strength.

I've got a friend and she thinks I'm stronger than her. She is wrong.

Everything she is doing, everything she is going through right now is, from my perspective, absolutely terrifying. We live in a stupid world, full of empty heads that make something as simple as being yourself a daily battle of life or death. Not only she is out there being herself, she is also taking the time to look after me as well and, considering nobody has truly cared for me apart from my boyfriend and my cats since I came to this country, it is a big deal.

I've got a friend. She is beautiful.

I know she doesn't believe me when I tell her, but she truly is. It is fucking obvious if you look at the picture, but I'm talking about a whole lot of things, external and internal, that make her awesome. It's not about the smile, or the eyes, or the hair or the make up.

I talk about that look she's got, especially for the people she cares about, but also for everyone. I talk about that look that knows better and worse times, that knows about life, and about struggling, and that says 'I'm ready to share'.

I've got a friend. A treasure in these hard times we are living, amongst monsters like appearance, labels, money and lies.


I've got a friend... and she's helped turn 'England' into 'Home'.




sábado, 22 de agosto de 2015

La agridulce España



Recuerdo la sensación que tenía esta última vez que he visitado España, mirando por la ventana del coche de una amiga que vino a buscarme al aeropuerto por la noche, observando las luces naranjas de las farolas de la Cartuja. Era muy nostálgico, el calor árido de la noche Sevillana en agosto, dándome la bienvenida por primera vez en tres años sin recordar lo que era vivir un verano en Sevilla. 

Yo he vivido aquí. Durante una época pensé que no volvería a sentirme en casa en ningún otro sitio. También es cierto que siempre supe que Sevilla se me quedaba muy pequeña y que si quería avanzar en la vida, tenía que marcharme. Quería visitar otros lugares, conocer otro tipo de gente, encontrar mi sitio. 

No estoy muy segura de si Sevilla alguna vez fue mi sitio, pero era familiar y conocida. En Sevilla estaba mi hogar, y sigue estando allí, pero Sevilla en si, ya no es hogar. Y siempre será verdad que la comida no sabe igual en ningún otro sitio, que sentarse en una terraza a tomar una cerveza al sol nunca será lo mismo aquí, que todas las noches y los días, todas las historias que he vivido en mi ciudad natal son una parte muy importante de quien soy. 

Pero me fui. Me fui a vivir a Inglaterra y llevo tres años de mi vida pasando por mucho, aprendiendo y evolucionando. Inglaterra es un país imperfecto, como todos, pero le lleva delantera a España en muchas cosas. Vamos de progres, pero se nota mucho el franquismo, se nota mucho la guerra civil y lo atrasada que está España en forma de pensar. Especialmente después de llevar más de medio año viviendo en Brighton, que es la capital gay de UK y que los que vivimos aquí de acogida, la llamamos con cariño "la burbuja". 

Pasar de Brighton a Sevilla es como retroceder por lo menos 20 años en el tiempo, siendo generosos. 

Recuerdo cuando era adolescente y empezaron a gustarme las chicas y los chicos. Lo primero que me dijo mi padre, fue que tuviera cuidado con lo que decía y a quién, que eso no le importaba a nadie. Es decir, que si salía con un chico no había problema, podíamos ir de la mano por la calle, besarnos y decírselo a todo el mundo, pero si me gustaba una chica me lo tenía que callar porque eso "no era asunto de nadie" y porque "había que tener cuidado de quién sabía qué cosas de ti". Como si fuera algo malo. Y durante mucho tiempo, me sentía culpable si alguien se enteraba y me costó muchísimo trabajo desprenderme de aquella sensación. Y yo sé que era con la mejor intención, pero para mi, a día de hoy, que enamorarme de personas y no de cuerpos se ha convertido en algo tan natural como respirar, que se me olvida cuando tengo una conversación con una persona en España que "ostia, que hay gente aquí que todavía lo ve mal" y que es una cosa de la que por lo visto tendría que avergonzarme, siento que cuando era una adolescente y mi padre me dijo todo eso, estaba hablando  desde el miedo a que me pasara algo, pero también desde la ignorancia. Porque lo único que hizo fue reforzar una inseguridad sobre quien era y mis sentimientos hacia otras personas, que la adolescencia ya de por si lleva de serie. 

No siento que nada de eso haya cambiado. Sigue habiendo un sentimiento general de "vergüenza" por algo de lo que nadie tendría que avergonzarse. Ya no solo con el tema de la sexualidad, sino de la identidad. Ser diferente en España es difícil. Es un país en el que destacar está mal visto por una gran parte de la población. Lo dice una persona que siempre ha sido diferente y a quien nunca le ha dado la gana de ocultarlo. Me he vestido de gótica, de lolita, he hecho cosplay de anime, de todas las cosas posibles de las que uno se pueda vestir para divertirse y echar un buen rato, o simplemente porque me gustaba. He jugado con mis muñecas y me las he llevado al parque a hacerles fotos. He llevado a chicas de la mano y las he besado en público. Y siempre he tenido que tener una personalidad muy fuerte para poder hacerlo sin que me afectase lo que pensaran los demás de mi. 

Pero el tiempo pasa y uno cambia, y viviendo en la burbuja Brighton y tras dos años en Londres, la ciudad de "no me importas lo más mínimo, como si vas en el metro con unas bragas en la cabeza" el contraste con Sevilla me ha resultado de lo más áspero. Especialmente los últimos meses, que han sido para mi de evolución, de encontrarme a mi misma y mi opinión sobre el género, el decondicionamiento sobre lo que debería ser un hombre, o una mujer, y por qué siento que para mi el género es una mera construcción social. 


Me he dado cuenta, con tristeza, de que España está muy lejos todavía de entender todas estas cosas. Recuerdo conversaciones con amigas hace años, del tipo "si te dijera que nunca me he sentido ni hombre, ni mujer, ¿lo entenderías?" y los silencios incómodos de después. 

Recuerdo los "¿Y que esperas? Si vas por la calle vestida así y haces esto y lo otro, es normal que la gente te mire como si fueras un bicho raro, o reaccione mal" como si fuera de lo más natural no aceptar la diversidad. Ese pensamiento tan arcaico de normalidad y de que todos tenemos que ser una copia, de una copia, de otra copia. Ese universo en el que la palabra individuo da tanto miedo y que para mi han quedado tan, tan atrás. 

Volver a Sevilla es como viajar en el tiempo. Y es triste darse cuenta, porque la vida es mucho más que roles y modelos, la vida es mucho más que fruncir el ceño ante lo que no se comprende. La vida es fascinante y las personas son interesantes cuando se permiten a sí mismas ser como son, ser únicos, distintos, abiertamente y con la cabeza bien alta. 

Y me pone triste. Caminar por mi Sevilla y darme cuenta de lo mucho que echo de menos los rincones en los que he crecido, pero que han dejado de ser mi hogar. Llegar al final de mis vacaciones echando de menos Brighton, esa ciudad maravillosa, tan abierta y tan preparada para la diversidad y para el cambio que me está enamorando poco a poco y en la que por fin, después de tres años fuera de casa y siendo una extraña en un país extranjero, estoy empezando a sentir como mi hogar.