sábado, 10 de mayo de 2014

Grillos




Le gustaban los silencios de Afri. Le producían una mezcla entre la excitación de tenerla cerca y la comodidad de estar con una persona que sabe estar callada más de cinco minutos sin aburrirse. Respetar los espacios.

A veces Julia se imaginaba rompiéndolos, revelándole una verdad que había ido creciendo en su interior desde hacía mucho tiempo, pero ni siquiera llegaba a despegar los labios. Era curioso lo difícil que resultaba hacer salir las palabras cuando ella estaba alrededor. La dejaba sin habla, la ponía tan nerviosa que se olvidaba de quién era. Todo dejaba de importar.

Para ella, Afri había dejado de ser un individuo para pasar a tener nombre. Ni siquiera importaba que fuera mujer u hombre, que fuera guapa o fea, morena o rubia, alta o baja. Era todo el conjunto de componentes que condicionaban que fuera Afri. Y todo lo que envolvía a esa persona le producía algo más que atracción, era simplemente imposible de ignorar. Nunca se había sentido así hacia nadie. Quería que ella la “viera”. Quería estar cerca, lo quería tanto que dolía no estarlo. Pero cuanto más importante era esto para ella, más se atascaban las palabras en su garganta.

Allí, tumbadas en el césped mientras miraban las estrellas, pensaba: “qué enamoramiento tan cliché”. Y no le importaba.

-¿Sabes, Juls? Cuando tenía ocho años y me tumbaba en la cama por las noches, me dormía pensando que el sonido de los grillos lo hacían las estrellas. Menuda cursilada.

-¿Las estrellas? -Julia sonrió- Si que suena un poco cursi. Pero es bonito.

-Ya. Era bonito -dijo mientras acomodaba uno de sus brazos detrás de la cabeza y se colocaba de lado para mirarla- hasta que se lo conté a mi hermano. Y me dijo que era un bicho feo el que lo hacía.

-¿Dejó de gustarte? -preguntó, girándose también hacia un lado y encontrando sus ojos en la penumbra de la noche.

-Durante un tiempo si. Pero ahora me gusta, porque recuerdo esa época de mi vida con mucho cariño.

-La vida está llena de estrellas que acaban siendo grillos -dijo Julia, perdiendo la mirada de nuevo en el cielo.

-Si, pero te enseña una lección -dijo hincándole el dedo índice en uno de sus mofletes- Que incluso de las cosas feas, puede surgir algo bonito. A veces la mejor belleza es la que nace de algo horrible.

-Pobres grillos -sonrió.


Afri rió ligeramente y el sonido se escurrió dentro del pecho de Julia como el agua entre las piedras.


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