domingo, 11 de septiembre de 2011

Laura a través del espejo



Cuando uno vive en el mundo real, a veces es difícil tomar la decisión de asomarse a una madriguera de conejos. Vas caminando por el bosque y de repente hay un pequeño hueco, oscuro pero intrigante, y tu lo ves y no puedes evitar tener que acercarte. Porque afuera solo está lo de fuera, pero dentro hay algo que te llama sin que seas capaz de que te des cuenta. Quizás sea el espíritu de Alicia que te habla a través del espejo, mirándote con sus ojos azules.


De alguna forma, hay personas que pasan de largo y otras que no pueden evitar tener curiosidad. Ese espíritu aventurero que te insta a asomar la cabeza y, cuando te das cuenta, estás cayendo en picado por un pequeño agujero, hondo, muy hondo, de hecho muchas veces el latido acelerado y la respiración que te quema la garganta impiden ni siquiera que puedas pensar hasta qué distancia serás capaz de caer y caer antes de tocar el fondo.


Pero yo siempre suelo ser de las que se asoman y de tanto asomarse, acaban llegando al otro lado de la madriguera de conejos. Me gusta pensar que aún quedan aventuras por vivir.


Puede que no. Pero bueno, quiero pasear por el país de las maravillas y buscar un sitio en el que echarme a descansar un rato. Cruzar algún que otro río por un paso silencioso en el que no moleste ni perturbe la calma del lugar. No quiero ser una intrusa, sino una invitada discreta. Sin arrancar ni una sola de las flores que me encuentre en el camino.


Y soy uno de esos personajes de cuento a los que no les gusta saber el final de la historia. De esas que no corren detrás de un conejo con chaqueta que lleva mucha prisa, que encuentran la madriguera de casualidad.


Y es que la curiosidad es lo que hace que los finales verdaderos de los cuentos nunca se cuenten en Disney.


Me gustaría saber, qué clase de aventuras vivieron las personas que escribieron las verdaderas historias que hoy nos cuentan de otra manera.


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