De mujeres y dietas

Sip, esa soy yo... ¿A que me veis disfrutando? Es precisamente lo que no puedo hacer ahora mismo. La semana pasada mi madre decidió empezar una dieta y yo me apunté con ella. Yo, esa personilla a la que le gusta tantísimo engullir como si no hubiera un mañana. He perdido ya 3,6kg.

¿Por qué hacemos dieta las mozuelas en edad de merecer que aparentemente no tendrían necesidad de hacerla a ojos ajenos? Porque siempre que alguien se entera de que estoy a dieta, se espanta, horroriza, alarma, y demás palabros que aluden al asombro y la censura dietística.

Lo cierto es que lo podamos evitar o no, nos gusta vernos bien. A todos, supongo. Y parece ser que en la época en la que vivimos nos encanta tener la barriga lisa y las piernas delgadas y todas esas cosas. Yo me conformo con que la morcilla no se me monte sobre la cinturilla del pantalón, mientras la cosa esté controlada y más o menos me mantenga en mi peso, kilo arriba, kilo abajo.

Pero la contradicción viene cuando miro a otras mujeres. He descubierto que me gustan las chicas con carnecilla. Me gustan con curvas, con masa, con canne, con materia. Me parecen mucho más apetecibles y bonitas que las chicas muy delgadas. Pero luego, cuando yo me miro en el espejo no me gusta lo que veo. ¿Cuándo ha empezado a pasar esto? Me llevé años siendo una sanísima muchachuela regordilla y no tenía ninguna clase de complejo.

¿Me he dejado llevar por la histeria colectiva del aspecto físico y la delgadez? Es posible.

Pero bueno. Lo importante es el motivo, y el motivo es que una vez perdidos los kilos "de más" lo primero que haré será comerme una maravillosa hamburguesa casera de dos pisos o en su defecto un entrecot de buey (cosa fina 8 D) y disfrutarlos sin ninguna clase de culpabilidad.