Sobre Feminismo
Es un tema complejo. No me gusta pronunciarme generalmente sobre feminismo a no ser que esté dispuesta a soportar tempestades, pelearme con gente, respirar hondo y tener la paciencia de intentar, al menos, hacer entender a quienes nunca han vivido la necesidad de cambiar la forma en la que les trata el mundo por haber nacido en un cuerpo de mujer, que no es que nos encante saltar a la mínima; es que agachar la cabeza y no hacerle caso es un error terrible.
La mayoría de mujeres que conozco, por no decir todas, porque eso sería afirmar lo inafirmable y que Niepce me libre de hacer semejante barbaridad, han compartido una o varias de mis experiencias personales a lo largo de su vida. Cuando les explico situaciones que he vivido en las que he sentido discriminación por ser percibida por otros como mujer, o miedo, o asco, o todas ellas, siempre hay alguna historia que aportar. Siempre hay una anécdota parecida, o alguna experiencia que compartir al respecto.
Últimamente hablo mucho con mujeres cansadas de que las traten mal. No me refiero a la típica historia de minovionomequiere o mehafolladoperonoquieresalirconmigo. No. Me refiero a relaciones, ya sea sexuales, sentimentales o ambas, en las que la persona que se supone debería de quererlas, respetarlas y admirarlas más que nadie en el mundo, las intenta hacer sentir como si fueran idiotas.
El enemigo, por lo visto, no solo está en las calles. El enemigo, cuando se han dado cuenta, resulta que también está en su casa. En su cama. No es violencia física, es ese ligero menosprecio, esa falta de respeto y admiración y consideración que convierte a la chica en esa especie de complemento de su vida que está para follar, para darle el coñazo y para ser una loca en las historias que le cuenta a sus amigos.
No estoy diciendo que todos sean así. Para nada. Lo único que digo es que pasa, pasa mucho. Es muy triste reconocerlo, pero desde mi propia experiencia en mis propias relaciones sentimentales, solo ha habido un chico en toda mi vida que me ha tratado, al cien por cien y siempre durante todos los momentos de estos años en los que hace que nos conocemos, de igual a igual. Nunca me ha hecho a menos. Nunca me ha tratado de tonta. Nunca ha menospreciado o ha restado importancia a nada de lo que le he dicho.
En su momento me enamoré como una idiota, por supuesto. Hace ya lo que parece eones. Pero hay una frase que me dijo, la primera vez que acabamos enredando las sábanas y yo estaba relativamente insegura con mi cuerpo, que no se me olvidará en la vida:
"No debería importarte mi opinión"
Esa frase, queridos, queridas y querides, resume de forma muy clara cómo deberían ser las cosas. Resume por qué cuando las chicas acaban hablando de sus experiencias amorosas con tíos están insatisfechas: porque por lo visto hay mucho memo suelto por el mundo que piensa que su opinión sobre tu culo debería importarte muchísimo. Nos educan a todos, absolutamente todos para convencernos de que eso es así. Y nos lo creemos.
Con esa frase, no solo estaba demostrando tener dos dedos de frente, sino respetándome como persona. Reconociendo el valor que merezco como ser humano. Es un pequeño detalle del que muchos, con el calentón, se olvidan de tener en cuenta.
El panorama que yo he vivido durante toda mi vida y que más me cabrea, es simple: me tratan de forma diferente a la que tratarían a un chico. Y ahí empieza la mierda, señores. Esto es, queráis poner el grito en el cielo a chorrocientos decibelios o no, la puta realidad.
La mayoría de mujeres que conozco, por no decir todas, porque eso sería afirmar lo inafirmable y que Niepce me libre de hacer semejante barbaridad, han compartido una o varias de mis experiencias personales a lo largo de su vida. Cuando les explico situaciones que he vivido en las que he sentido discriminación por ser percibida por otros como mujer, o miedo, o asco, o todas ellas, siempre hay alguna historia que aportar. Siempre hay una anécdota parecida, o alguna experiencia que compartir al respecto.
Últimamente hablo mucho con mujeres cansadas de que las traten mal. No me refiero a la típica historia de minovionomequiere o mehafolladoperonoquieresalirconmigo. No. Me refiero a relaciones, ya sea sexuales, sentimentales o ambas, en las que la persona que se supone debería de quererlas, respetarlas y admirarlas más que nadie en el mundo, las intenta hacer sentir como si fueran idiotas.
El enemigo, por lo visto, no solo está en las calles. El enemigo, cuando se han dado cuenta, resulta que también está en su casa. En su cama. No es violencia física, es ese ligero menosprecio, esa falta de respeto y admiración y consideración que convierte a la chica en esa especie de complemento de su vida que está para follar, para darle el coñazo y para ser una loca en las historias que le cuenta a sus amigos.
No estoy diciendo que todos sean así. Para nada. Lo único que digo es que pasa, pasa mucho. Es muy triste reconocerlo, pero desde mi propia experiencia en mis propias relaciones sentimentales, solo ha habido un chico en toda mi vida que me ha tratado, al cien por cien y siempre durante todos los momentos de estos años en los que hace que nos conocemos, de igual a igual. Nunca me ha hecho a menos. Nunca me ha tratado de tonta. Nunca ha menospreciado o ha restado importancia a nada de lo que le he dicho.
En su momento me enamoré como una idiota, por supuesto. Hace ya lo que parece eones. Pero hay una frase que me dijo, la primera vez que acabamos enredando las sábanas y yo estaba relativamente insegura con mi cuerpo, que no se me olvidará en la vida:
"No debería importarte mi opinión"
Esa frase, queridos, queridas y querides, resume de forma muy clara cómo deberían ser las cosas. Resume por qué cuando las chicas acaban hablando de sus experiencias amorosas con tíos están insatisfechas: porque por lo visto hay mucho memo suelto por el mundo que piensa que su opinión sobre tu culo debería importarte muchísimo. Nos educan a todos, absolutamente todos para convencernos de que eso es así. Y nos lo creemos.
Con esa frase, no solo estaba demostrando tener dos dedos de frente, sino respetándome como persona. Reconociendo el valor que merezco como ser humano. Es un pequeño detalle del que muchos, con el calentón, se olvidan de tener en cuenta.
El panorama que yo he vivido durante toda mi vida y que más me cabrea, es simple: me tratan de forma diferente a la que tratarían a un chico. Y ahí empieza la mierda, señores. Esto es, queráis poner el grito en el cielo a chorrocientos decibelios o no, la puta realidad.
Muchos, muchos, muchos hombres, no ven a las mujeres como iguales. No las tratan igual que tratarían a otro tío. Se enamoran de ellas, sí. Las tratan como princesas. Pero siguen sin verlas como a una igual. Es una visión de hombre a mujer, no de persona a persona. Y joder, rodeados de propaganda barata que nos vende que los hombres vienen de jupiter y las mujeres de marte, de esa campaña separatista de sexos que tienen los medios... Seguimos educando a la gente en la separación y potenciando la discriminación.
Ese. Ese es el motivo por el que el feminismo es tan importante. Porque tu apariencia no debería cambiar la forma en la que la gente te trata, en ninguna circunstancia.
El cambio no solo reside en nuestra lucha personal. La lucha tiene que empezar por parte de todos los sexos, de todos los géneros, de todas las personas.
Y para mí, se trata de una igualdad intelectual, humana y real. En la consideración de que todos somos personas, tenemos sentimientos, tenemos inquietudes y merecemos el mismo nivel de respeto.
Y para mí, se trata de una igualdad intelectual, humana y real. En la consideración de que todos somos personas, tenemos sentimientos, tenemos inquietudes y merecemos el mismo nivel de respeto.
1 comentario :
muy de acuerdo en todo, pero no olvidemos que los hombres tampoco están exentos de inseguridades sobre su cuerpo y su autoestima sujeta a lo que piense el género opuesto...
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